- CUENTO -

Una delicia mágica

En el país de los dulces vive un joven llamado Karén, que custodia las calles al igual que la mitad de la población de dicho lugar. El tentador país se encontraba dividido entre dos diferenciadas razas: La plebe y los mendigos. Los primeros, poseían todo aquello que se necesitaba para poder subsistir en el país de los dulces: La suficiente cantidad de dulces mágicos. Con ellos, nadie que los probasen, serían desterrados a la ruina. Mientras que los segundos, eran aquellos que nunca habían tenido la oportunidad de tantear un bocado de los respectivos postres.

En un día soleado en el barrio del chocolate. Karén paseaba por sus calles de trufas y almendras perfectamente cortadas. Todos los gigantes edificios caramelizados estaban hechos de suculentos chocolates. Habían de tantas variedades, que al joven se le hacía la boca agua, pero no podía probar ni un bocado de tal delicioso aperitivo. Pues la pena que podía caer sobre él, era realmente terrorífica. Su condena sería la de permanecer en las mazmorras de algas toda la vida, sin poder tan siquiera ver el sol. El rey de dicho país era un autoritario goloso que lo único que le apetecía, era reinar para seguir cebándose a costa del sufrimiento de su población.

En esa misma tarde, Karén aburrido decidió ir a buscar algo de golosinas caducadas a los contenedores de basura de uno de las tiendas más emblemáticas de la gran ciudad “La esperanzada Golondrina”. Mientras registraba entre la porquería existente del gran contenedor, Karén observa que algo brilla entre un montón de bolsas viejas y sucias que se encuentra al lado de tal desaliñado contenedor. Con curiosidad, decide saber de qué se trata. Así que rebusca entre una multitud de desperdicios y sonríe al ver su tesoro. Sus ojos iluminados no podían creer lo que estaban viendo. Un pequeño pero sabroso Cupcake estaba siendo cogido por sus delicadas manos claras. Cuando terminó la expectación, concluyó que debía guardarlo consigo para llevarlo a un lugar seguro. Nadie podía saber qué era lo que había encontrado, pues tal vez hoy, sea uno de esos días en el que un cambio se forje en su camino. Corriendo y sin levantar sospechas entre la población hambrienta, se dirigió hasta su humilde morada. Una pequeña tubería redonda y muy alta, era el lugar donde cada día soñaba con ser alguien especial en la vida. Puede que ese exquisito Cupcake no tenga nada que ver con su fortuna pero a lo mejor podía llevarle a un cambio. Karén no podía dejar de mirar al deseoso postre. Sentía la necesidad de darle un bocado. Su estómago rugía estridentemente. Pero, cuando más cerca estaba sus labios de poder saborearlo, a Karén le vino una idea mejor a la cabeza. Mañana se celebraba el concurso de los mejores dulces. Era un espectáculo amañado porque siempre ganaba aquellos que tenían las posibilidades de hacer un insaciable pastel. Los más pobres no tenían la ocasión ni de participar, más que nada, porque no contaban con ingredientes para poder elaborarlo. Así que Karén, lo guardó bajo sus trapos más limpios y decidió adornarlo con los escasos condimentos que había podido conseguir en el mercado. Al fin y al cabo, quería que la vida le reconociese como un gran pastelero y no como un chico corriente que ha tenido un poco de suerte. Una noche más, iba a pasar un poco de hambre. Pero no importaba, porque intuía que ese postre pronto le daría, todo, lo que siempre había soñado.

Al día siguiente, las calles estaban coloridas con grandes fresones y suculentas pastas. Todo ello, eran adornos de tal incalculable valor que tan solo babear por ellos suponían un arresto. Karén por fin pudo sacar ese esmoquin tan bonito que le cosió su madre. Ella siempre le dijo que sería alguien importante en la vida y que sólo cuando lo creyese oportuno se pusiese el ropaje que con tanto amor le creó. Hoy se presentaba un día especial, así que Karén se vistió con sus mejores galas y voló en dirección al concurso.

Entrando en la pasarela de tal crujiente lugar, vio como los más ricachones se cortejaban por sus respectivos dulces. Entonces, después de tanto esperar, por primera vez en la historia del país más delicioso de todos, un mendigo se presentaba con una receta propia. Todos los allí presentes se reían de tal necia criatura, pues tenían entre sus labios el hecho de que no iba a ganar.
-¿Qué será lo que tal pobretón va a presentar? –dijo una de las poderosas de la soberanía.
-Damas y caballeros, les presentamos a nuestro último candidato a formar parte de la realeza de los tentados. Esperemos que nos cautive más su postre que su olor a cloaca –dijo el presentador provocando una risa multitudinaria.
Karén, a pesar de las críticas, se acercó al dictador Rey de los Postres y levantó el trapo más limpio que conservaba para enseñar su suculento Cupcake.

Todos cuando lo vieron se quedaron impresionados. Nadie se explicaba cómo alguien de su nivel había podido hacer un postre así, pues su brillo tan especial, le daba un toque auténticamente mágico. Sin palabras, el malvado Rey decidió probar un bocado. Sus ojos inicuos, en apenas segundos, se iluminaron. Se levantó y dijo.

-Señores y señoras, éste exquisito pastel será coronado como el mejor de los aquí presentes –propuso. Toda la realeza empezó a quejarse. No entendían algo así. ¿Cómo un humilde niño iba a ser parte de la realeza?

-Y por consiguiente y como dice la tradición, si nadie es capaz de superarle, Karén será el que gobierne algún día en el país de los dulces –concluyó su alegato el poderoso rey.

A partir de ese momento, Karén vivió como un auténtico principe en el palacio real, con todas las comodidades exigentes. Pero ayudó a que el Rey de los Postres se convirtiese en una mejor persona y ayudase a los más indefensos. Al cabo de muchos años después, el Rey falleció. Entonces, él se convirtió en el primer rey mendigo del país de los dulces. A medida que iba pasando el tiempo, Karén pudo ir cambiando las leyes impuestas por el gran dictador. Una de las primeras cosas que llevó a cabo, fue que todas las personas de su reino tuviesen las mismas oportunidades y que nadie pasase ningún tipo de necesidad. A pesar de todo, se siguió celebrando el importante concurso, intentando encontrar entre la gloriosa población, esa persona que merezca pertenecer a la nueva realeza. Su reinado se convirtió en el más democrático de los países, gracias a que nunca dejó de creer que los sueños, en algún momento, se cumplen.