- CUENTO -
Un regalo de ensueño
En el Bosque de los deseos, las ninfas más bellas hacían sus particulares acontecimientos de vida. En dicho lugar vivían premiadas por ser las mejores en sus labores competitivas. Cada una de ellas se dedicaban a elaborar aquello en lo que destacaban y, a todas, se les concedía un labrado deseo. Pues todo esfuerzo era recompensado. La reina de las ninfas era también llamada “La soberana de ilusiones”. Todo aquello que sus manos tocaba se hacía realidad. Y todo aquello que sus labios pronunciaba se promulgaba como futuros sueños que se extendía por toda la comunidad.
Mina era una joven ninfa, soñadora e ilusionista. Su gran pasión siempre ha sido la costura. Desde que era pequeña todos veían como sus manos convertían las telas que manejaba en arte. Cuando cumplió la mayoría de edad tuvo que formar parte del Ritual de las Ninfas. Este rito era el salto hacia la fama eterna. Sólo la que consiguiese la mejor puntuación en alguna de las categorías participantes sería la encargada de obtener el mejor puesto en su futuro trabajo dentro del fabuloso Bosque de los deseos.
Mina siempre había soñado con ser parte de la vida de ese fantástico bosque así que puso mucho coraje y rutina en su nueva creación para así ser la más notable y poder servir en dicho lugar mágico. Estuvo días cosiendo, tejiendo, adornando su impecable camiseta hasta que llegó el gran día. Éste sería único en su vida porque sería el que le otorgue la oportunidad de ser realmente feliz. Únicamente la reina de los deseos podía llenar toda esa esperanza que se anclaba en lo más profundo de su diminuto corazón. Todas las ninfas destacables del reino se dieron a conocer ante la increíble mirada de la reina de los deseos. Mina sabía que todas ellas tenían todas las mismas posibilidades de ser la elegida. Y a pesar tantos pensamientos revoltosos y nerviosismo desenfrenado, tocó su turno. Recorrió la larga alfombra de color rojo que se extendía hasta el altar de la reina. Frente a ella enseñó su colorida camiseta con bordados de oro y fantástica pedrería. La reina de los deseos se acercó a ella y observó durante varios segundos la llamativa prenda. -Vaya, parece que tienes un don –le alabó mientras tocaba la fina camiseta. -Muchas gracias, señora –agradeció el interés Mina. -Te propongo un reto… Si capaz eres de ayudar en mi plena felicidad, tus deseosos sueños se harán realidad –le propuso la reina de los deseos.- Vete y vuelve mañana con lo que te he pedido –dijo finalizando la conversación. Mina se quedó patidifusa, no sabía a qué hacía alusión. Así que decidió en lo que quedaba de día en ir a la biblioteca y leer los libros que hablaban sobre la reina de los deseos. Tenía que averiguar aquello que la hacía feliz.
A pesar de tantas lagunas encontró lo que podía sorprender y alegrar a su soberana. Mina emprendió una noche de costura ilusionada con que la idea que tenía en mente le facilitaría la entrada al lugar de sus sueños. Al día siguiente la ninfa se acercó nuevamente al palacio de la reina. Caminó hasta a ella y le dio una caja atada con un lazo rojo. La soberana de ilusiones la cogió y la abrió. Grata sorpresa se dio cuando sacó una camiseta con un increíble atrapa sueños dibujado en ella, fortaleciendo la originalidad de la prenda con un peculiar olor a melocotón. Su color tenía tanta vida que una sonrisa despegó de los labios de la reina. Según las leyendas, dicho atrapa sueños encantado proporciona la felicidad suprema con tan sólo tocar el cuerpo de su dueño. Pronto se atrevió a ello y la felicidad reinó en ella.
-Ha funcionado… -dijo la ninfa sin poder dejar de sonreír. -¿Cómo has podido encontrar mi felicidad? –le preguntó la reina. -Porque leí sobre usted y sé que nunca ha podido ser feliz. Ninguna ninfa ha podido brindar de sus manos la magia de la eterna prosperidad. Y creo que lo he conseguido– contó emocionada. -Mina… Bienvenida al Bosque de los deseos. Tú has cumplido el mío, lo más generoso es que yo cumpla el tuyo –dijo mientras le abría las puertas al fantástico bosque.
Mina después de tanto esfuerzo y entusiasmo en su labor pudo hacer lo que verdaderamente deseó durante toda su vida. Y desarrolló el don más emocionante que nunca nadie había logrado sembrar: creer en el hecho de que todos los sueños siempre se pueden llegar a alcanzar.