- CUENTO -

La tierra de los Gnomos

Entre el abismo de un enorme bosque de árboles dorados y tierras de ensueño vive la población más trabajadora de Ciudad Mágica. Su pequeña civilización, acurrucada por una espectacular flora de color violeta y aroma a melocotón, se esconde distante en las grandes murallas de los gigantes. Los Gnomos son seres conocidos en todos el mundo. Su personalidad se mantiene maltratada a raíz de su historia. Pues un poderoso hechizo provocado por las tierras en ruinas de los Trolls les llevó a la destrucción de su valentía. Dejando aislada a unas indefensas criaturas sin fe.

Un nuevo oscuro amanecer despertó al alegre, Delly. Nada más poner sus grandes y peludos pies sobre el suelo de piedra quiso conocer al nuevo día. Fue como un rayo hacia la entrada de la cueva para mirar al cielo. Otra vez estaba nublado y con amenazantes indicios de querer romper en una tempestad. Delly aún así sonrió. Él sabía que en algún momento, alguien con corazón inquieto llevaría a su ciudad hacia la libertad. Aunque, con cierta seguridad lo vería cuando su pelo se tiñera de cenizas y su piel se camuflase entre arrugas. Nadie de la civilización era tan valiente como para trepar hasta lo alto de las montañas olvidadas y entrar en su tenebrosa cueva embrujada. Según las leyendas, en ella aguarda un siniestro poder que engendraría de valentía a su portador. Tan sólo el recuerdo de dicha fábula hizo que los diminutos pelos de los brazos de Delly se erizaran. Así que puestos a no creer en tonterías cogió su pequeño gorro dorado junto a su hacha y puso rumbo al bosque.

Hoy tenía que encontrar un árbol cargado de rica almíbar para alimentar a toda la población. Si no había nada que comer, sus amigos y hermanos se verían envuelto en una horrible hambruna que no se podían permitir. Así que Delly buscó y buscó pero no logró encontrar ninguna corteza de la que se le apreciase su dulce savia. Acalorado y desesperado se quitó su gorro y se secó el sudor. Agotado se sentó sobre una cómoda seta colorida. Ésta vio molesto su descanso y un fuerte respingó le dio, echándole de su abrigo. Delly le miró con antipatía y al ver el enfado que ella mostró, su corazón se aceleró e hizo que sus pasos le llevasen a un pequeño herbaje. Bien escondido se asesoró de que no le había seguido. Al sentirse protegido suspiró aliviado. -Así nunca conseguirás liberar a tu pueblo –escuchó una voz a su espalda. Delly se volteó y no vio a nadie cerca. Su expresión confusa dejaba constancia de que no sabía con certeza si estaba empezando a entrar en fase de locura. Alguien rió muy cerca de su oído y fue entonces cuando pudo entender que algo no andaba bien. -¡¿Quién eres?! ¡¿Qué quieres de mí?! –gritó con terror. Sus manos temblorosas se echó a la boca y con ojos asustadizos miró su entorno. -¡Hola! –exclamó de pronto un ser dorado que se posó con vuelo incesante frente a su mirada. -¿Quién eres? –preguntó curioso, Delly. -Mi nombre es Cletta y soy un hada del bosque. He venido para ayudar a tu ciudad –comentó amable-. Siento si te he asustado, no era mi intención –sonrió risueña. Su pelo brillante y piel dorada llenaban de magia a la particular hada. -No, no me has asustado –se defendió de su cobardía, Delly-. No sabía que existía un ser más pequeño que yo –expuso fascinado. El hada se sonrojó por sus palabras. El cielo seguía oscuro y tenebroso. Parecía que iba a diluviar en pocos segundos. -Encantado de conocerte Hada del bosque, pero tengo que marcharme. Estoy muy lejos de mi casa y aquí puede haber enemigos –objetó dejando atrás a la ser de raíces doradas. -Y eso, ¿te asusta?… Delly volvió su mirada hacia ella. -Claro que sí. El poder de los Trolls es insuperable. Nadie puede con ellos –dijo. -¿Crees que al ser más grandes, poderosos y fuertes son invencibles? –preguntó ella. -Eso me temo… -expuso apenado. El hada al escuchar sus palabras de cobardía partió en una escandalosa carcajada. -¡Oye, no rías tan alto! ¡Nos van a escuchar! –pronunció atemorizado. De pronto, el aire se quedó en silencio y los árboles paralizados. -Estamos lejos de los Trolls –expuso el hada. -Pero no de sus siervos. De las nubes salieron una bandada de cuervos negros directos hacia donde Delly se encontraba. Éste emprendió una fulminante carrera hacia el interior del bosque. El hada le señaló el camino que tenía que seguir. Mientras más huía de los ruines cuervos, más presentía que el sendero escogido no era el que llevaba a la Ciudad Mágica. Hasta que su duda se verificó como realidad. Una increíble montaña oscura frenó su paso. Delly abrió con estupor su pequeña boca. -¡Me has engañado! ¡Esta montaña está maldita! –gritó al hada. -Delly tienes que escalar hasta la cima para encontrar aquello que salve a tu pueblo –expuso con ternura en sus labios. -¡No puedo! ¡Tengo miedo! –dijo con ojos llorosos. -Si no te enfrentas a tu miedo y lo superas con valentía, jamás vivirás con paz en tu corazón –el hada se acercó y acarició su cachete rojizo-. Una vez que saltas al abismo te das cuenta de que no es tan alto como dicen. Puedes vencer al miedo y ser el protagonista de esa valentía que cambiará para siempre la historia –aseguró con mirada ilusionada. Delly miró a lo alto de la montaña. Luego observó lo cerca que ya andaban los cuervos endemoniados de él y se armó de un valor que creía no conocer. Empezó a escalar la montaña y vio con asombro como las aves se empezaron a retirar. Estaban llenas de auténtica cobardía. Delly remontó la montaña y miró con atención la profundidad de la cueva. La oscuridad era dueña de ella. -No te preocupes, podrás hacerlo –le incitó a dar el primer paso el hada. -¿Vendrás conmigo? -Yo no puedo acompañarte. No obstante, sé que lo vas a conseguir -ilustró una bonita sonrisa adornada entre sus labios. Delly le correspondió con la misma actitud y se adentró en la cueva.

La inmensa penumbra respiraba entre sus piedras de llanto. Aún así, Delly siguió su camino hasta ser absorbido por las sombras. Cuando ya creía que estaba perdido, algo sucedió. Su sombreo dio paso a una pequeña luz que fue suficiente para ver frente a él una pequeña cesta de mimbre. Parecía muy antigua y tenía una silueta poco similar a las que antes había visto. Se acercó a ella y la abrió. Nada guardaba entre sus brazos. Delly quisó sacarle alguna lógica a lo que estaba presenciando pero se hacía imposible. Disgustado por haber perdido el tiempo en la búsqueda de esa magia que libere a los Gnomos de los malvados Trolls, se dio la vuelta y puso paso hacia la misma dirección que le trajo. Entonces, un destello brillante se difuminó en las oscuras piedras. Delly se volteó y vio impresionado cómo la cesta vestía un color dorado en su interior. Algo mágico debía guardar dentro. Se abalanzó sobre ella y la abrió. Sus ojos se iluminaron como dos luceros en la noche turbia. Una fuerza se apoderó de su cuerpo y sintió una extraordinaria calidez dentro de sí.

Delly abandonó la cueva lleno de valor y escuchó los gritos de desesperación, provenientes de Ciudad Mágica. Su civilización estaba siendo atacada por los horribles Trolls. Fue hacia su hogar con la misma rapidez de una lanza. Al llegar pudo ver como el ataque de tres duros Trolls era el causante de muchos huertos, recuerdos y tierras. Delly se posicionó frente a ellos y luchó con valentía hasta derrotarles. Al final de la batalla, la población de los Gnomos nombró a Delly como el nuevo héroe de Ciudad Mágica. Una augurio se formó a vela de su nombre: La valentía no es un acto de quién comenta serlo sino del que no dice nada y un día comete el presagio más honesto.