- EL MISTERIO DE LOS ENDECAS -
Existe un mundo que esconde lo que todos desean encontrar… Un lugar donde alberga el tesoro que muchos desean tener. Un mundo donde el más afortunado se vuelve mucho más deseado y el más desgraciado consigue alcanzar la eterna libertad. Dicen que si tienes la suerte de toparte con su amable pueblo serás bendecido con la mayor de las virtudes. Jamás tendrías problemas para no dejar de sonreír y entenderías la importancia de no tener momentos que te hagan llorar. Algunos cuentan que quienes entran nunca más vuelven a salir. Que sus vidas cambian por completo y no sienten la necesidad de volver a donde siguen pasando penurias o tristezas. O simplemente no tienen la intención de enfrentarse a sí mismos y prefieren lo más cómodo: Que te lo den todo sin saber cuánto de alto puede ser el precio que estás pagando.
Todos hablan sobre ese lugar. Sobre ese mundo ideal y fantástico donde el mal no se apodera de tu alma, pero te invita a pactar con ella. Donde las oportunidades se rigen según tu nivel de felicidad… Un lugar creado para los más necesitados de consuelo. Sigo preguntándome si debería avanzar o hacer cómo que no he descubierto nada. Después de un largo paseo por el bosque he encontrado una puerta de madera forcejeada. Pertenece a la vida de un árbol hermoso y con los suficientes años para hablarme de las guerras de los antepasados. La dulce sabia recorre las venas que hace fluir a su corazón. Ese que escucho mientras decido si debería traspasarla o retroceder y fingir que nunca he sido una de las muchas de las personas que han llegado hasta ese mundo del que tanto se habla. Me encantaría dar un paso hacia atrás y echarme a correr. Perderme entre el abrazo de la vegetación, sentir que respiro o que olvido. Pero debo de confesar que existe algo que paraliza mis pies. Una magia que se aferra a mis emociones y no las quiere dejar escapar… Tal vez es mi naturaleza humana que se ve incapaz de ahuyentar a la curiosidad.
Al final, tras varios suspiros y miradas de reojo por si la brisa adivina del entorno me convence de que es una verdadera locura, me decido a dar el paso que muchos antes que yo dieron. Al poner mi mano sobre la puerta advierto la humedad que transcurre tras ella. Dejo de pensar y me lanzo a traspasarla. Cierro los ojos por si caigo al vacío, por lo menos no sentir desesperación. Escucho como la puerta se cierra tras de mí, y alborota con un suave estallido mi pelo recién peinado. No sé que está ocurriendo, pero gruño más mis ojos. Tengo la extraña sensación de que prefiero no conocer lo que me espera. O puede ser que tenga más miedo que sensaciones. Entonces, dejo de gruñir lo incierto para dejar paso al conocimiento. Y descubro que, a veces, la imaginación no es tan poderosa como la auténtica realidad.
─Vaya… ─dije sorprendida.
Estaba en un lugar muy colorido donde los árboles parecían pintados por un gran artista. La hierba se mantenía intacta al paso del aire y el cielo se vestía de alegres colores. Casi no existían nubes y me puedo imaginar que no hay cavidad para la noche. Me encuentro en un camino hecho de piedras coloridas donde puedo escuchar una bonita sinfonía. Miro hacia mi espalda y la puerta por la que entré ya no existía. Vuelvo mi mirada hacia el camino y comienzo a andar por el. El aire se vuelve más revoltoso y comienza a hacer más frío. Suelto varios estruendos de rabia por vestir con un traje de verano y sin nada que caliente mis pies. Aún así, llegué hasta el lugar de donde provenía esa melodía. Un joven con mirada astuta y sonrisa generosa estaba tocando un modesto flautín. Me acerqué para conocerle y darle la enhorabuena, sin poder resistirme a impresionarme. Su piel era escamosa como la de un pescado, con la silueta de un ser humano. En sus orejas perforadas colgaban grandes amuletos y sus ojos oscuros hablaban de lo poco que envejecía. Se situaba sentado sobre una enorme piedra amarilla que daba un pequeño lago que reflejaba los diversos colores del cielo. El joven me miró y dejó de tocar el instrumento.
─Lo siento. No era mi intención interrumpirte ─dije avergonzada.
─No te preocupes. Acércate ─estiró el brazo para ofrecerme su mano.
Sin soltar una sola palabra y con el corazón en los labios me atreví a tocar su mano. Me agarró con fuerza y me subió junto a él.
-Pareces creado por la perfección ─se me escapó un pensamiento que prefería ocultar. Volví a sonrojarme y solté una de mis sonrisas.
─No lo creo ─contestó añadiendo una pequeña carcajada─. ¿Vienes del otro lado?
Fue tal mi sorpresa que no sabía qué debía responder.
─Ese silencio lo dice todo ─sonrío atrapando toda mi atención.
─¿Para quién estabas tocando? Me miró y se acercó hasta mis labios, separados de los suyos por un suspiro y el alboroto de mi loco corazón.
─Te estaba llamando a ti ─tras sus palabras, apartó la mirada, se levantó y caminó hasta la orilla del lago.
Me quedé atónita y sin palabras que pronunciar. Hice lo mismo que él y me puse a su lado.
─No entiendo qué es lo que me intentas decir. ¿Qué es este lugar?… ¿Quién eres? -Su mirada se volvió a quedar unida a la mía.
─Soy un Endeca: Príncipe de los Dioses –me confesó─. Y si quieres, puedo enseñarte nuestro mundo y decides si quedarte aquí conmigo o regresar al tuyo.
─¿Cómo? ─no conseguía ver la realidad del momento. Parecía que estaba teniendo un dulce sueño en el que me iba a despertar de un momento a otro.
El príncipe se acercó al agua y me ofreció su mano, nuevamente. Tenía la intención de enseñarme un misterio oculto entre las aguas. Accedí sin pensarlo. Tocó el agua tranquila con uno de sus dedos escamosos. Empezó a brotar una serie de ondas que hicieron que desapareciese el color que extraía del cielo alegre para dejar ver una civilización marina. Hundida en el corazón del lago.
─Esta agua está bendecida por los Dioses. Si la tocas podrás convertirte por unas horas en una Endeca ─me explicó.
─¿Unas horas? ─dije abrumada y a la misma vez fascinada.
-Las suficientes para hacerte ver que puedo entregarte la felicidad que ningún ser de tu mundo podría hacer.
Le miré sin saber que -por el momento- me tenía atrapada entre sus ojos mágicos y comprendiendo que me sería difícil salir del embrujo de sus palabras. A pesar de todo, acepté. Me agarró con delicadeza la mano y me llevó con él a su increíble civilización.
Descubrí palacios que ni la imaginación podría crear. Lugares que ni la naturaleza salvaje de mi mundo podría engendrar. Seres de los que realmente sentirse orgullosa. Momentos que nadie puede destrozar. Sentí lo que nunca había sentido y me llené de una sensación de eterna libertad. En pocas horas aprendí lo importante que es dejarse llevar… Lo extraño de no dar explicaciones por todo lo que hacía. Experimenté lo difícil que era seguir unas reglas y lo fácil de saltárselas. Incluso, lo bonito de vivir eternamente. Hasta que me empecé a quedar sin aire y recordé que mi tiempo se estaba acabando. El príncipe Endeca enseguida me arrastró hacia la superficie. Salí para respirar y me di cuenta que había olvidado esa sensación. Se me hacía extraña. Mi piel se había convertido en escamas, pero poco a poco volvía a su estado natural… O al que siempre entendí como normal.
─Ahora, sólo tienes que decidirte… Te dejaré a solas ─me comentó él recogiéndose en su refugio de piedra.
Me quedé pensando en qué cosas dejaría atrás si aceptaba vivir una vida junto a un Endeca. Quién me echaría de menos y cómo sería mi vida allí desde que descubrí un mundo hecho para ser feliz. Miré fijamente hacia el príncipe que miraba el lago colorido desde su altar tallado en piedra y me di cuenta de una cosa. Reconocí en mi interior aquello que tenía oculto y que sólo en un lugar como este fui capaz de descubrir. Me acerqué a él y le apoyé sobre su espalda. Escuché como suspiraba y cerraba los ojos, hasta pude oler el aroma de su sonrisa. Me tocó el pelo con suavidad y se volteó para encerrarme en su mirada.
─No sé cómo seréis los Endecas, pero los humanos no podemos funcionar sin escuchar la voz de nuestro corazón ─le acaricié los mofletes húmedos mientras se me escapaba una sonrisa.
─Los Endecas ganamos, pues no funcionamos si no respetamos las voces de todos los corazones ─y prosiguió─. ¿Estás preparada?
─Sí… Lo estoy.
Se puso de pie y me llevó hasta él. Me abrazó y pude sentir su respiración tranquila. Escuché los latidos de su corazón y me dijo que cerrara los ojos. Le hice caso. Empecé a notar como mi piel se humedecía y mi cuerpo se bañaba en agua. Cuando me dio la orden de abrirlos me sorprendió estar convertida en un Endeca. Mi ropa había desaparecido y mis ojos se habían oscurecido aún más. Nos acercamos al lago y nos metimos en él. Me sonrió y no pude resistirme en ofrecerle el calor de mis labios.
─Ahora eres una Endeca. Seremos jóvenes y eternos ─me reveló emocionado.
─Por eso he decidido quedarme porque si tengo que ser eterna sólo me apetece si es a tu lado ─dije envolviéndome en otro nuevo beso.
A partir de ese momento descubrí que nadie muere si encuentra esa estrella que vive eternamente.